Equivocarse o no equivocarse, ¿es esa la cuestión?
De decisiones está hecha la vida. Todos estamos acostumbrados a oír y decir esa frase. Pero a lo que no creo que lleguemos a acostumbrarnos es al riesgo que se corre al tomar una y, sobre todo, a la sensación que queda en el cuerpo cuando comprobamos que nos hemos equivocado y no hay marcha atrás.
Sin embargo, encuentro algo mucho peor. Basar la decisión que tomamos en los consejos de los demás. Eso me ha ocurrido recientemente. Soy una persona bastante indecisa para algunas cosas, supongo que como todo el mundo. Así que pedí consejo a los que más quería y la parte de mí que estaba de acuerdo con ellos arrebató la victoria a la parte contraria. Me convencí de que eso era lo que yo realmente opinaba. Aunque la verdadera realidad era que no había tenido las agallas suficientes como para enfrentarme al dilema yo sola y llegar a una conclusión por mí misma. Al final metí la pata hasta el fondo. La cagué, claro está, aunque lo puedo sobrellevar, estoy leyendo un libro muy bueno que me ayuda a olvidar estas tonterías de la vida. Pero me queda un regusto bastante amargo por ser consciente de que confié en los demás mi decisión final. Me quité esa responsabilidad de encima a pesar de que, inicialmente o, incluso, instintivamente, me estaba decantando más por el otro lado de la balanza.
En realidad, pedimos consejo sin ser conscientes, por lo menos en mi caso, de que no son objetivos en absoluto. Cada uno opina desde su punto de vista y desde la relación que mantienen contigo. Por eso me molesta pensar de qué manera más tonta me cegué y adopté como propia una resolución externa sin debatirla primero en mi cabeza.
Espero que para la próxima vez me dé más importancia a mí misma y a mi capacidad de decidir. Porque ahora me doy cuenta de que la cuestión no es equivocarse o no. La cuestión es tomar uno mismo la decisión o dejarse llevar por los demás. Si la tomamos nosotros y nos equivocamos, al menos tenemos la satisfacción de que el error sólo estaba en la decisión, no, además, en la manera de decidir o pensar. De nuevo, la falta de ese espíritu crítico e independiente que tanto anhelo.
Pero ahora toca apechugar.
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