Recientemente asistí a una reunión de trabajadores donde se comentó las experiencias de unos y otros en sus diferentes trabajos. Resultó de lo más inspiradora, sobre todo para una persona como yo a la que el instinto reivindicativo se le quedó muy atrás, en los primeros años de la niñez. Es por eso que hoy me siento un poquito más libre de espíritu y trato de dedicar una sonrisa a todo el mundo desde que me levanté esta mañana temprano. Incluso se la he dedicado a mi jefe.
Y la verdad es que me siento contenta. No es que haya recuperado ese instinto perdido, sino que me siento orgullosa de saber que es posible mejorar las cosas. Y de que únicamente se consigue uniendo esfuerzos. Todo esto me ha llevado a la siguiente conclusión: el individualismo galopante al que estamos abocados no es ni más ni menos que una de las herramientas de subsistencia del capitalismo. Vale, suena muy rimbombante. Al estilo de los antiguos discursos comunistas. Así que expresaré esta idea de otra manera.
Soy una persona tímida que casi siempre ha ido a lo suyo. No porque fuera una ambiciosa o una antisocial, sino porque no sabía hacer las cosas de otra manera. Por ejemplo, el movimiento anti - LOU no contó con mi presencia, a pesar de estar en último curso de carrera cuando se produjo y de estar totalmente de acuerdo con las ideas que exponía. La cuestión es que no moví un sólo dedo. No asistí ni a una simple asamblea. Ahora, ya más vinculada al mundo laboral que al universitario, he empezado a rehuir de todo. He llegado incluso a plantearme la idea de dejar la profesión que elegí en su momento por el hecho de que la situación laboral que se vive en ese sector es tremendamente inhumana. En ningún momento pasó por mi cabeza la idea de cambiar las cosas. Hasta ahora. Hasta que me he dado cuenta de que es posible un cambio si se lucha y de que hay mucha gente en la misma situación que yo pero que vive totalmente desinformada, sin siquiera saber qué es un convenio colectivo. Así estaba yo hasta hace una semana. Es una situación muy triste.
Pero, si es una situación bastante generalizada, debe haber un factor externo y común a todos que la produce. En mi opinión, todo esto es obra del sistema económico en que vivimos: capitalismo. Todo gira entorno a una cosa, el poder. Más que el dinero. Porque con el poder, además de mucho dinero se consiguen otras cosas. Como por ejemplo, asegurar la continuidad del propio sistema. Creo que desde que nacemos nos vemos sometidos a un proceso de sociabilización cuyo último fin es conservar el sistema económico. Por este motivo, cada vez más nos anulan la capacidad de crítica a través de un sistema educativo que deja muchísimo que desear. No nos enseñan a pensar, simplemente se dedican a enseñarnos datos y su lectura adecuada al sistema. Y esto no sólo se da en primaria o en secundaria. Este cáncer llega hasta las facultades. Normalmente, se piensa que una persona que va a la facultad debe adquirir ese sentido crítico. Pero no es así. Más bien, a pesar de casos minoritarios, al menos según mi experiencia, continúa el lavado de cerebro.
Y no es sólo el ámbito educativo el que está viciado. En realidad es un todo, desde los medios de comunicación hasta las relaciones sociales. Todo está contaminado. Todo está sometido al poder, al capitalismo. Por eso cada vez somos más individualistas y egoístas. Somos los productos del capitalismo. Nos tratan como objetos, hasta el punto de que nos creemos objetos.
He querido exponer esta reflexión porque recientemente me he dado cuenta de que cada vez que voy a mi bola, cada vez que pienso nada más que en mí, estoy ejercitando lo aprendido a lo largo de toda esta vida de manipulación. Y cada vez que veo algún programa o película basura, cada vez que pierdo mi tiempo en mero entretenimiento, del que sólo obtengo una desconexión momentánea del mundo que nos rodea, cada vez que pierdo una tarde más sin saber en qué aprovecharla, no hago sino reafirmarme en mi educación consumista. Es muy difícil no seguir haciéndolo. Es casi imposible no dejarse llevar por nuestros propios intereses en detrimento del grupo. Así lo hemos mamado desde pequeños. Pero por lo menos, a partir de ahora, a partir de la reunión de trabajadores, voy a saber diferenciar. Aunque no cambie mis costumbres, sí lo hará mi manera de pensar. Y todo ello hará que vea la realidad a la que nos enfrentamos con unos ojos algo más críticos.